lunes, 4 de agosto de 2008

Fin de semana

Wisky, ron, cervezas, marihuana.

El tiempo se pasó volando y cuando me preguntaron esta mañana por mi fin de semana me dio algo de tristeza por lo rápido que pasó todo.

Empecé ni triste ni alegre, solo empecé desde muy temprano y terminé muy temprano del día siguiente. No quería que se acabe la noche. No miraba el reloj. Viví sin sueño. No tengo nada que soñar.

En qué momento me dejan tan solo. Al parecer todo saldría bien, que me querrían bien, que me sentía tan bien, por qué no me pueden decir algunas cosas. Sólo necesito unas palabras para cerrar unas heridas, pero ahora yo me encargaré de limpiar mis heridas, de introducir la aguja y el hilo y cerrar esas heridas.

Que me digan que me quieren o que no me quieren ya no me importa, sólo quiero que me digan de qué se trata y saber dónde pongo lo que tengo dentro.

Justo ahora cuando andaba más seguro que nunca, pero no siempre las personas llegan en el momento oportuno. Las bocas se besan y no saben de destinos ni rumbos.

Y creo que ahora -en este exacto momento- no tengo ganas de odiar ni de amar. Escribiré para no ahogarme. Caminaré lo suficiente y tendré en la música una alternativa para respirar la vida, una puerta artesanal a las sensaciones de la poesía.

Cuadernos viejos para seguir escribiendo lo que tenga que decir.

He vivido este fin de semana sin querer que se acabe la noche. La noche fue como mi día y aunque no lo sospeché nunca, me sorprendió la felicidad. Eso es, me sorprendió la felicidad en el momento menos pensado. Eso me hizo sentir todavía vivo, como un soldado baleado al que trasladan por helicóptero hacia una posta para que sea atendido. No morí en el camino, llegué a mi cama y desperté con vida.


Adrián escucho esta mañana la canción Palabras más, palabras menos de Los Rodriguez

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