martes, 12 de agosto de 2008

Cagado

La cagué. Ahora si creo que estoy en problemas. Conversando con una amiga me he dado cuenta pero lo negué hasta el final. Creo que tengo problemas con el licor. Vivo la semana esperando a que llegue el viernes o sábado para tomar y tomar. Tengo dolores, carencias y otras cosas que no sé qué serán.

Es estúpido decir o confesar esto.

Por primera vez la soledad me afecta con tanta fuerza. La gente es tan falsa. Un amigo o un enemigo pueden mentir de la peor manera, no se diferencian.

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La canción o anillo al dedo para la situación de Adrián: La muralla de La Sarita



miércoles, 6 de agosto de 2008

Mirando el espejo para ver el tiempo

Sentados. Ya hemos estado en ese lugar antes, le dije a mi amigo.

Nada podría ser peor cuando nos preguntamos qué hemos hecho mal para merecer ciertas cosas. Miramos parejas que caminan. Nosotros sentados en una banca. Risas. Nada de drogas. Nada de alcohol. Nada de lo usual. Siempre hemos esperado a que todos se vayan para llorar. Ahora no hay nada que llorar.

Fumamos cigarrillos. Reímos. Un poemario de Luis Hernández en mi mochila. Un perro que me huele y me mira. La poesía oral de mi amigo, vivencias desaparecidas que compartimos. Compartir. Compartir. Compartir. Compartir. De eso se trata todo en nuestra amistad.

Ando un poco extraño, pero no pienso irme a la mierda. No pienso recaer en hoyos.

Sostuve comunicación por la mañana con una chica con la que tuve una relación. Una ex enamorada. Me dice que estuvo viendo algunas fotografías mías. Su conclusión: me ve maltratado. Quizá ese sea el precio de vivir como uno quiere, además de los horarios que llevo en algunas actividades de mi vida.


Me pregunto si cuando estaba con ella también me veía igual de maltratado.

Alguien también me dijo que estaba mal. Fue hace un par de días. Yo le pregunté en qué estaba mal y me dijo: mírate en el espejo.

Me muero de sueño. Es extraño, por un tiempo sufría para dormir, ahora me duermo en cualquier lado.

Mañana iré a un Festival de Cine. Estará Mario Vargas Llosa. Lo homenajearán. Alguna vez dijo que se escribe por resentimiento. Eso lo creo por completo.

Me miro en el espejo antes de dormir y veo a un huevón con cara de sueño y con la misma cara de siempre. Eso nada más.

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Canción que sonó dentro de la cabeza de Adrián durante casi todo el día: el shipibo enamorado


lunes, 4 de agosto de 2008

Fin de semana

Wisky, ron, cervezas, marihuana.

El tiempo se pasó volando y cuando me preguntaron esta mañana por mi fin de semana me dio algo de tristeza por lo rápido que pasó todo.

Empecé ni triste ni alegre, solo empecé desde muy temprano y terminé muy temprano del día siguiente. No quería que se acabe la noche. No miraba el reloj. Viví sin sueño. No tengo nada que soñar.

En qué momento me dejan tan solo. Al parecer todo saldría bien, que me querrían bien, que me sentía tan bien, por qué no me pueden decir algunas cosas. Sólo necesito unas palabras para cerrar unas heridas, pero ahora yo me encargaré de limpiar mis heridas, de introducir la aguja y el hilo y cerrar esas heridas.

Que me digan que me quieren o que no me quieren ya no me importa, sólo quiero que me digan de qué se trata y saber dónde pongo lo que tengo dentro.

Justo ahora cuando andaba más seguro que nunca, pero no siempre las personas llegan en el momento oportuno. Las bocas se besan y no saben de destinos ni rumbos.

Y creo que ahora -en este exacto momento- no tengo ganas de odiar ni de amar. Escribiré para no ahogarme. Caminaré lo suficiente y tendré en la música una alternativa para respirar la vida, una puerta artesanal a las sensaciones de la poesía.

Cuadernos viejos para seguir escribiendo lo que tenga que decir.

He vivido este fin de semana sin querer que se acabe la noche. La noche fue como mi día y aunque no lo sospeché nunca, me sorprendió la felicidad. Eso es, me sorprendió la felicidad en el momento menos pensado. Eso me hizo sentir todavía vivo, como un soldado baleado al que trasladan por helicóptero hacia una posta para que sea atendido. No morí en el camino, llegué a mi cama y desperté con vida.


Adrián escucho esta mañana la canción Palabras más, palabras menos de Los Rodriguez

viernes, 1 de agosto de 2008

1 de agosto

Siempre fue bueno lo mismo: un amigo, música, cigarros. Siempre fue bueno lo mismo: canciones que hablan de amar, ya que nadie me puede amar ni creo que yo pueda amar. Siempre es bueno lo mismo: si me cuesta dormir, entonces no duermo y me quedo conversando con un amigo de música, hablando de mil cosas sin importancia pero que fastidian mucho dentro, sobre todo ahí, detrás de las costillas.


He visitado a un amigo que no veía después de mucho tiempo. Ahora que vuelvo a los lugares de antes para sentirme como antes, creo que me sirve para darme cuenta que la gente cambia. Todo cambia, como la manzana que se oxida, que se pudre. Las calles mojadas de alguna llovizna son importantes para refrescar la sequedad del paisaje nocturno.


Vuelvo a encontrar el placer de la soledad.

Quizá empecé a creer en cosas que al fin y al cabo se derrumban. Vuelvo a creer en la soledad y a fumar mirando mi sombra.

Nada de drogas. Mujeres las que me ayudan a poder vivir. Deseos sexuales que me abandonan. Una amiga me recomendó a un sicoanalista. Ya no pienso ir. Prefiero curarme en la esperanza de tener algo mejor.

Día extraño. Por la mañana observé a una mujer pensativa. Le escribí un poema. Pensé que no la volvería a escribir. De todas maneras todo estará igual.

Una amiga me dijo que quizá está en mi cuerpo una capacidad de ser infeliz o de rechazar a la felicidad.

Si encontrara algo de felicidad no la dejaría ir.

Ahora, que muchas personas empiezan a dejarme, no tengo miedo en estar solo de nuevo. No tengo miedo a las lenguas de ese infierno de hielo, con lenguas filudas que contar los pies en su entrada. No es nuevo esto, sólo se trata de ir a los mismos lugares, como los perros que según su orín reconocen por donde deben caminar.

Nada es nuevo: he vuelto a escribir un mal poema y regreso a la más pura soledad.

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Adrián escuchó en su mp3: Qué sabe nadie de Raphael